“Los hijos de Sobek” es una colección de cuentos escrita por Denis Fortún, un autor cubano que ha reconstruido su voz literaria desde el exilio en Miami. Esta obra representa una de las aproximaciones más singulares a la experiencia del destierro, la nostalgia, estilo el cineasta ruso Andreï Trakovski, y la transformación cultural, temas recurrentes en la literatura cubana contemporánea.
Denis Fortún nació en Cuba, pero como tantos otros escritores de su generación, su trayectoria vital y creativa se ha visto marcada por el exilio. Desde su llegada a Miami, Fortun ha utilizado la literatura como un medio para explorar la identidad, el desarraigo y la doble pertenencia que caracteriza a muchos cubanos que viven fuera de la isla.
El título del libro, “Los hijos de Sobek”, hace referencia al dios egipcio Sobek, una deidad asociada al Nilo, la fertilidad y el caos primigenio. Este símbolo encierra una potente metáfora sobre el desarraigo y la búsqueda de sentido: los personajes de Fortún son, en cierto modo, hijos de un dios extranjero, desplazados a un territorio ambiguo donde la adaptación y el conflicto interno son constantes.
El exilio y la nostalgia: Los relatos exploran las distintas formas en que los personajes lidian con la pérdida del hogar y el intento de reconstruir una vida en un nuevo país. La nostalgia, lejos de ser solo un tema, se convierte en una atmósfera que impregna cada historia.
La identidad fragmentada: Fortún aborda el desdoblamiento que sufren quienes viven entre dos mundos, mostrando cómo el exilio es también un proceso de reconstrucción personal y cultural.
Ironía y humor negro: A pesar de la carga dramática inherente al tema del exilio, los cuentos de Fortun están salpicados de ironía, sátira y humor negro, elementos que permiten al lector una reflexión crítica pero también catártica.
El libro está compuesto por varios relatos, cada uno con voz y tono propios, pero unidos por un hilo conductor: la experiencia migratoria y la confrontación con la otredad. El estilo de Fortún se caracteriza por una prosa ágil, directa y cargada de imágenes potentes, que reflejan tanto el dolor como la rehabilitación de sus protagonistas. El autor alterna entre registros coloquiales y pasajes de gran lirismo, logrando así una obra rica y polifónica.
“Los hijos de Sobek” ha sido bien recibido tanto en la comunidad cubana del exilio como entre lectores interesados en la literatura hispanoamericana contemporánea. Su aporte radica en ofrecer una mirada honesta y plural sobre las múltiples caras del exilio, evitando la victimización y apostando por la complejidad de los procesos identitarios.
Denis Fortún, con “Los hijos de Sobek”, invita a repensar el exilio más allá del dolor y el borroso recuerdo, proponiendo una narrativa que celebra la capacidad de adaptación y la riqueza de la experiencia migratoria. Sus cuentos son testimonio y denuncia, pero también celebración de la vida en tránsito y de la resistencia cultural.
Su editor, Ángel Velázquez Callejas, de la editorial Éxodus, ha escrito: “Los hijos de Sobek es una obra de gran profundidad que se despliega en tres partes entrelazadas, fusionando lo real con lo fantástico, lo humano con lo sobrenatural”.
Velázquez Callejas destaca cómo Fortún logra transitar hábilmente entre distintas dimensiones narrativas, aportando matices que enriquecen la lectura y permiten al lector adentrarse en universos complejos y sugerentes. Esta fusión de elementos convierte el libro en una propuesta literaria única dentro del panorama actual.
El paralelismo entre Cabrera Infante y Fortún, que propuse en aquel prefacio que el poeta y narrador me pidió para una de sus novelas, 324 Mendoza, sigue siendo pertinente hoy.
Denis Fortún, con su capacidad para fusionar influencias diversas y crear atmósferas intensas y complejas, demuestra una vez más en “Los hijos de Sobek” esa maestría de transitar entre culturas y sensibilidades, invitando al lector no sólo a observar, sino a habitar sus relatos.
Su prosa es fuego y refugio: una casa en la que el lector, como antaño expresé, puede anidar y encontrar la calidez de la literatura auténtica. El autor logra que el viaje del exilio se convierta también en una travesía interior, donde las referencias de la cultura continental dialogan con el trasfondo isleño, y la memoria se transforma en fuerza creadora.
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